Hay salidas en las que hay química.
Miradas que se sostienen un poco más, chistes que rebotan justo a tiempo, tragos que se alargan más de lo planeado. Y piensas: ok, algo está pasando. Spoiler: no pasó nada.
Y está bien. No todo lo bonito necesita final.
Esos momentos raramente mágicos:
- Cuando en la mesa de al lado alguien te sonríe cada vez que pasa el mesero… y tú también.
- Cuando comparten barra, conversación fluida, incluso un brindis… pero nadie pide el número.
- Cuando bailan sin tocarse. Literal. Como dos satélites en la misma pista.
- Cuando el silencio no fue incómodo… pero igual no pasó a más.
- Cuando hubo química de risa, pero cero intención.
Y sin embargo:
- Saliste con buena energía.
- Te acordaste de lo rico que es coquetear sin compromiso.
- Te diste cuenta de que conectar no siempre es para quedarse.
Y pensaste: ojalá me lo vuelva a encontrar por casualidad.
(Aunque tampoco es que lo estés buscando).
Conclusión no tan conclusiva:
No todo encuentro tiene que tener clímax.
A veces es solo una escena bonita que viviste, la guardaste… y listo.