Me senté sola en la barra de un bar porque no había mesas libres.
A los dos minutos, el tipo de al lado me empuja el bowl de cacahuates y me dice:
— “Por si quieres botanear mientras decides si te vas o te quedas.”
Le dije que me quedaba, pero que prefería papitas.
Se rió. Pidió unas. Cuando llegaron, me empujó también el plato, sin decir nada.
Agarré una y dije:
— “¿Esta también es cortesía o ya estoy abusando?”
Me respondió:
— “Ya cruzaste la línea, pero está bien. Me caes bien.”
Brindamos.
Platicamos de lo mal que sirven los tragos en algunos lugares y de qué tan en serio hay que tomarse la vida un jueves.
Cuando me fui, le dije:
— “Gracias por la botana emocional.”
Y me soltó:
— “Cuando quieras, aquí hay refill.”