Estaba en un antro, música alta, luces rojas, poca ventilación.
Y sí… también mucha cheve.
Me fui directo al baño.
Fila eterna.
Atrás de mí, una chava en vestido de lentejuelas se acerca y me dice:
— “¿Ya llevas mucho esperando?”
Le contesté:
— “Lo justo… como para que llegaras tú.”
Se rió. Me miró como si no supiera si estaba jugando o coqueteando.
(Era ambas.)
Le ofrecí mi abanico (sí, llevaba uno).
Dijo que era lo más sexy que había visto en toda la noche.
Nos quedamos hablando.
Tonos de labial.
Series hot.
Historias de citas que no terminaron como esperaban.
La fila avanzó.
Nosotras, no tanto.
Cuando por fin fue su turno, me dijo:
— “Ojalá la próxima vez nos toque menos fila… o más tiempo.” No le pedí el número.
Pero sí le dejé mi abanico.