El baño del after parecía más una sala de espera con beat de fondo.
Yo estaba lavándome las manos, ya sin muchas ganas de seguir.
Él se acercó y me pidió el jabón.
Me lo dio sin verme, pero se quedó ahí, a mi lado.
Ambos frente al espejo.
Ambos… esperando algo que no sabíamos si iba a pasar.
No hubo frases, ni preguntas.
Solo respiraciones más lentas.
Y ojos que se miraban a través del reflejo.
Me tocó primero con la yema de los dedos, como si estuviera limpiando una mancha invisible en mi brazo.
Yo le toqué la espalda.
Sin voltearnos.
Sin hablar.
El espejo reflejaba nuestras manos mientras subían y bajaban.
Se me fue el aliento un momento.
Él se mordió el labio.
No hubo un beso.
Solo calor, presión, y una mirada de esas que queman más que el roce.
Cuando alguien entró, nos acomodamos rápido.
Salimos sin hablar.
No nos dijimos nada.
Pero yo, desde ese día, no puedo lavarme las manos sin pensar en él.